3.25.2010

Fryderyk Szopen

*Inserte aquí el Nocturno en B bemol menor Op 9 No 1


Tras su muerte, el cuerpo de Chopin fue enterrado en el cementerio Pére Lachaise en Paris, mientras que por voluntad expresa su corazón fue llevado a Varsovia y colocado dentro de una columna de la Iglesia de la Santa Cruz. En la foto se puede ver dicha columna. En esta se colocó el siguiente fragmento del Evangelio de Mateo: "Pues ahí donde radique vuestro tesoro, ahí también estará vuestro corazón".

"Federico Chopin al piano y sin palabras. Las manos sobre el teclado como enramada vegetal de piel y huesos, pequeños sauces a punto de llorar sobre el marfil blanco y negro sin partituras. El pentagrama, un sinuoso camino de hormigas de tinta que se entrecruzan para intentar delimitar el mapa que en ese instante ha de convertir en música todas las imágenes posibles, todos los colores del azul que cabe en una mirada intacta. Es la noche y Federico Chopin busca sin decirlo plasmar en sonidos el rumor de un ruiseñor. No se ha dado cuenta que en la habitación está George Sand y el pintor Delacroix, que ha de retratarlos, a ambos pero por separado, él como ella y ella como un él. De pronto, Chopin levanta las manos y se hace silencio. Entre pintor y pianista se inicia entonces un diálogo sobre la búsqueda de la forma y el anhelado hallazgo del color… Uno habla y otro escribe, otros andan y actúan, pero todos en busca de una tonalidad, un color que acompañe lo que queremos hacer o decir. Es una ventura diaria y casi inconsciente. La mayoría de los días no sabemos que lo hacemos: hablamos y escribimos sin pensar en la forma o en el color que han de llevar esas palabras y sin recordar que hubo esa noche anónima en que de pronto el pianista Chopin, ya sin escuchar lo que decía el pintor Delacroix, vuelve las manos sobre el teclado y dibuja con murmullos de las yemas de sus dedos la clonación de la noche, la claridad de una luz de luna… entre velas se filtra un amarillo, la habitación antes oscura se vuelve azul con todos los azules posibles. París queda entonces muy cerca del mar, a un paso del cielo, el mundo entero contenido en un par de ojos que no necesitan ya abrirse para saber que el corazón está en Varsovia. Es el tesoro que ni los bombardeos ni los peores horrores de la humanidad lograron detener en sus latidos… los que empezaron allí mismo, como una música entrañable, en el corazón de Polonia." Fryderyk Szopen, Jorge F. Hernández

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