1.07.2010

I do not love you...

…Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.
Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan…
…El amor es la prórroga perpetua,
siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables,
los que siempre —¡qué bueno!— han de estar solos…


Recuerdo la primera vez que leí este poema de Jaime Sabines, me pareció profundamente triste e increíblemente pesimista. Me pareció que iba en contra de todo a lo que el romanticismo aspira ¿Qué clase de poema de amor es aquél donde se dice que los amorosos nunca han de encontrar? Los que siempre han de estar solos... Años después la vida y la experiencia me demostrarían que estaba equivocado. No había entendido en absoluto el mensaje de Sabines. No me considero un experto, ni creo saber de cierto el mensaje que quería transmitir, sólo lo supongo. He descubierto un par de ideas que me han ayudado a poner algo de luz en esta sombra y quiero compartirlas con ustedes.
A mediados del siglo pasado Jacques Lacan, psicólogo que junto con Sigmund Freud se convirtió en una de las piedras angulares de la psicología moderna, nos legó una gran idea: “el hombre es un ser deseante por naturaleza” y dicho deseo es abstracto, irreductible, insatisfecho e inconsciente. Tenemos una idea de lo que queremos, pero nunca podremos definir ni satisfacer por completo dicho deseo. Pensemos en este caso, por ejemplo, uno puede estar completamente enamorado de alguien, ser correspondido, vivir una etapa maravillosa con esa persona y tenerla al lado nuestro. Aún en ese momento y a pesar de toda la felicidad que esto nos pueda traer, no nos sentiremos satisfechos por completo… Esto no quiere decir que no amemos a dicha persona, simplemente es nuestra naturaleza querer más, es nuestro deseo que al no poder ser reducido ni definido por completo no es nunca completamente satisfecho ¡Y qué bueno! Es este deseo insatisfecho el que nos hace amorosos, el que nos hace pensar y buscar siempre eso que falta, es lo que le da movimiento al amor, lo que le permite crecer y darnos nuevas alegrías. No hay nada de triste o de pesimista en esta conclusión, dicha búsqueda nos permite avanzar en espiral hacia lo deseado, nos da la esperanza de poder ser siempre más felices, de poder amar más y mejor. El amor como la satisfacción de la pulsión de vida y como representación de la posibilidad de felicidad perpetua.
El compromiso que debemos adquirir al amar es descubrir el amor y reinventarlo día con día. Seducir y enamorar a cada instante porque nunca será suficiente. Y vivir con la tranquilidad de que siempre quedará ese vacío que nos dará esperanza de una mayor felicidad, de un mayor amor. No importa qué tan cerca se encuentren el uno del otro, siempre será necesario acercarse y apretar más y más (lo entenderán a la perfección los amorosos). Porque cuando ya no hay dudas, ni hay esfuerzo, ni se acercan más el uno del otro, entonces, el amor deja de ser y se convierte en saber y el amor transformado en saber no es más amor.


“I do not love you as if you were salt-rose, or topaz, or the arrow of carnations the fire shoots off. I love you as certain dark things are to be loved, in secret, between the shadow and the soul.
I love you as the plant that never blooms but carries in itself the light of hidden flowers; thanks to your love a certain solid fragrance, risen from the earth, lives darkly in my body.
I love you without knowing how, or when, or from where. I love you straightforwardly, without complexities or pride; so I love you because I know no other way
than this: Where I does not exist, nor You, so close that your hand on my chest is my hand, so close that your eyes close as I fall asleep.” Sonet XVII, Pablo Neruda

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